Anoche llegué a casa bastante tarde. Después de una jornada maratoniana de más de 15 horas, caí redondo en la cama. Eran más o menos las 4 de la madrugada.
Aparco la moto en la ventana de casa, como todos los días y, para la hora que era, veo demasiada luz dentro. Alguien desde dentro levanta la persiana. Era mi madre con una sonrisa que rebosaba emoción, alegría pero también sorpresa. Justo detrás estaba mi padre. Me quedé paralizado, con un gesto que esbozaba preguntas, miedo,… Mi madre me ve, tapa su cabeza con un velo negro y me dice: «Ni se te ocurra despertarte». Sí, era un puto y maldito sueño.